El Canal de Panamá, una arteria vital del comercio global y símbolo de soberanía panameña, ha vuelto al centro de la polémica internacional tras las declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump. Durante su discurso inaugural de su segundo mandato, Trump calificó la transferencia del canal en 1999 como un “regalo imprudente” y sugirió que Estados Unidos podría “recuperarlo”. Estas afirmaciones, que han generado preocupación en la región y en el ámbito global, reabren debates sobre soberanía, geopolítica y el papel de las normas internacionales en un sistema internacional cada vez más fragmentado.
Sin embargo, cualquier intento de Trump por reclamar el canal carece de sustento legal. Los Tratados Torrijos-Carter, firmados en 1977, estipulan que la administración del canal fue transferida de manera definitiva a Panamá el 31 de diciembre de 1999, limitando el derecho de intervención de Estados Unidos únicamente a garantizar la neutralidad del canal en caso de conflicto armado.

En su análisis, Andrés Peña Galindo, docente de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, doctor en Estudios Políticos e Internacionales, sostiene que “cualquier intento de Estados Unidos por apelar a una cláusula del tratado para justificar una intervención chocaría con principios fundamentales como la soberanía nacional”. Además, subraya que “estos conflictos internacionales no se resuelven con narrativas simplistas; son mucho más complejos y dependen de factores políticos, legales y estratégicos”.
Las palabras de Trump no deben ser interpretadas como un simple gesto simbólico. Según el experto en relaciones internacionales, “los discursos políticos no son solo palabras, sino herramientas que reflejan acciones concretas y estrategias dirigidas a resonar con sectores específicos de votantes”.
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El populismo, una herramienta política que históricamente se asociaba con la izquierda, también ha ganado terreno en la derecha contemporánea. Figuras como Giorgia Meloni en Italia, Javier Milei en Argentina y el propio Trump han recurrido a narrativas simplificadas que, aunque efectivas a nivel político, ignoran la complejidad de los problemas internacionales. “Las narrativas simples son fáciles de digerir, pero no responden a las complejidades que requiere liderar en el mundo actual”, advierte Peña.
El discurso de Trump también pone en el centro del debate la influencia creciente de China en la región. China, el principal usuario del Canal de Panamá, ha incrementado su presencia económica a través de inversiones estratégicas en infraestructuras cercanas, un hecho que Trump ha utilizado para sugerir que Beijing ejerce un control indirecto sobre el canal. Sin embargo, la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), una entidad autónoma panameña, es la única responsable de su administración, operando bajo principios de neutralidad y accesibilidad garantizados por el derecho internacional.

En palabras del profesor Peña, limitar el acceso de China al canal “podría golpear significativamente su comercio, pero a un costo alto para Estados Unidos, ya que esta estrategia proyectaría a Estados Unidos como un actor que prioriza sus intereses sobre la legitimidad de las instituciones internacionales”.
Las declaraciones de Trump no solo reflejan una narrativa política interna, sino también una disposición hacia el incumplimiento de normas internacionales, algo que podría debilitar la legitimidad de Estados Unidos en el escenario global. El docente lo explica con claridad: “Una nación no solo es fuerte por sus recursos, sino por su legitimidad en la comunidad internacional. Este tipo de declaraciones pueden debilitar esa legitimidad, permitiendo que otras potencias como China, India o Brasil ganen influencia”. En un mundo donde el liderazgo estadounidense está siendo cuestionado, especialmente en temas como el cambio climático o el respeto a acuerdos internacionales, estas narrativas refuerzan la percepción de que Washington actúa unilateralmente.
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Para Panamá, el canal representa no solo una infraestructura crucial para su economía, sino también un símbolo de independencia y soberanía. Ante las declaraciones de Trump, el gobierno panameño ha reafirmado su control sobre el canal y su compromiso con el derecho internacional. Sin embargo, como señala el profesor, América Latina enfrenta el desafío de actuar como un bloque cohesionado frente a estas tensiones, algo que parece improbable debido a la diversidad de intereses y realidades en la región. “No obstante, actores no estatales, como movimientos sociales y la academia, pueden desempeñar un rol crucial en la defensa de la soberanía panameña”, afirma.

En el ámbito internacional, organismos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la Organización de los Estados Americanos (OEA) podrían intervenir en caso de que las tensiones escalen. Sin embargo, el experto considera poco probable un recurso militar, sugiriendo que sanciones económicas serían la herramienta más viable para presionar en este tipo de situaciones. A pesar de esto, recalca que “las normas internacionales, aunque imperfectas, están diseñadas para proteger a las personas y evitar conflictos. Cuando líderes como Trump las ignoran, los más afectados son los individuos, no los Estados como entidades abstractas”.
En definitiva, la posibilidad de que Donald Trump recupere el Canal de Panamá parece inviable desde una perspectiva legal. Los Tratados Torrijos-Carter garantizan la soberanía panameña y limitan cualquier intervención estadounidense a circunstancias excepcionales que no aplican en este caso. Sin embargo, las declaraciones de Trump, aunque sin viabilidad jurídica, reflejan una estrategia política que puede tener implicaciones más amplias en la legitimidad de Estados Unidos y en las relaciones internacionales. Para Panamá, el desafío radica en mantener su autonomía y soberanía en un mundo donde las tensiones geopolíticas están transformando el orden global.