La educación superior en Colombia y en el mundo está experimentando transformaciones profundas en estas primeras décadas del siglo XXI. Como decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad El Bosque he observado siempre con interés cómo estos cambios impactan en nuestras instituciones y, por ende, sobre nuestros estudiantes, sus familias y otros grupos de interés. En este artículo quisiera atreverme a compartir con ustedes mis reflexiones sobre los desafíos y oportunidades que están enfrentando las instituciones de educación superior en nuestro contexto actual.
Y es que si hablamos específicamente de Colombia, están confluyendo una serie de factores que, si no se valoran y enfrentan con determinación, podrían ocasionar serios problemas a nuestro sector y convertirse en una “tormenta perfecta” para nosotros: la caída demográfica en la base de nuestra pirámide poblacional, los cambios de tendencia y necesidades en los jóvenes, el impacto de la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías, el aumento desmesurado de la competencia en el sector tanto a nivel nacional como internacional, y la incertidumbre económica, política y social que está viviendo nuestro país en los últimos años serían, a mi criterio, los principales elementos a tener en cuenta.
¿Y cómo podemos entender, enfrentar y superar estos desafíos? Desde mi perspectiva, debemos comenzar desde el principio, a través de la planificación estratégica como pilar fundamental para la sostenibilidad y el éxito de nuestras instituciones, sean de educación superior, o de cualquier sector y naturaleza, pública o privada, nacional e internacional. Es esta planificación la que nos permite definir la dirección que queremos tomar y establecer metas claras y alcanzables en horizontes temporales futuros y acotados, pues, sin una estrategia bien definida, es fácil perder el rumbo en medio de las demandas cambiantes, las nuevas tendencias educativas o, incluso, sucumbir a nuestros estados subjetivos y emocionales como seres humanos que somos. Así mismo, es esencial considerar los cambios dinámicos de nuestros entornos internos y externos, ajustando nuestras estrategias para enfrentar estos desafíos y aprovechar las nuevas oportunidades que vayan surgiendo.
Otro aspecto crucial en nuestras instituciones de educación superior para enfrentar estos contextos se refiere al diseño de productos y servicios que entren en sintonía con los nuevos tiempos que corren. En nuestro sector, los llamados "productos" son los programas académicos y las experiencias de aprendizaje que ofrecemos, los cuales deben ser atractivos, relevantes y adaptados a las nuevas necesidades de nuestros estudiantes. La preferencia por experiencias prácticas y el acceso a la educación online están cambiando las expectativas respecto a estos procesos de enseñanza y aprendizaje, solicitándose una oferta que no solo sea accesible sino, también, que sea de aplicación práctica inmediata en cuanto a los conocimientos adquiridos. Pero también los “servicios” son cada vez más importantes para nosotros como instituciones, pues debemos quitarnos ya esa losa correspondiente a la “matriculo dependencia” que tanto pesa en nuestra estructura financiera, y una solución a ello podría ser la diversificación de los ingresos a través de los procesos de educación continuada, consultorías, asesorías, educación a lo largo de la vida, captación de recursos externos, etc. Y si me he atrevido a hablar sobre nuestras estructuras de ingresos, también la estructura de costos debe hacernos reflexionar y pensar en ser más eficientes en la gestión de nuestros recursos, sin que ello sirva para comprometer la calidad de los procesos, en aras de alcanzar una estabilidad financiera adecuada para nuestra actualidad.
Tampoco puedo concebir el enfrentar y superar estos cambios de paradigma mencionados sin señalar la importancia de nuestro talento humano. Es fundamental promover un ambiente de trabajo colaborativo y fomentar el desarrollo de competencias tanto en nuestro personal académico como administrativo, así como la capacidad de adaptarse y aprender continuamente en estos entornos educativos en constante evolución. De hecho, el talento humano es hoy en día la principal ventaja competitiva de la que gozan nuestras instituciones y, diría yo, que esto aplica a cualquier sector o industria. Tampoco podemos ignorar el impacto que la tecnología y la innovación en la educación superior va a tener y está ya teniendo en nuestro contexto y sobre este talento humano y nuestros grupos de interés. La realidad aumentada, el metaverso y sobre todo la inteligencia artificial están revolucionando la forma en la que enseñamos y aprendemos. Estas tecnologías no solo mejoran la eficiencia administrativa, sino que también enriquecen la experiencia educativa, preparando mejor a nuestros estudiantes para el mundo laboral.
En conclusión, la administración de las instituciones de educación superior en este siglo XXI va a requerir de una visión estratégica, una oferta académica relevante, una gestión financiera sólida y un enfoque en el desarrollo de nuestro talento humano. Además, debemos estar abiertos a la innovación tecnológica y preparados para adaptarnos a las nuevas tendencias y necesidades, siempre dinámicas y cambiantes. Las universidades que logren integrar estos elementos estarán mejor posicionadas para enfrentar los desafíos del futuro y ofrecer una educación de calidad que responda a las necesidades de sus estudiantes y de la sociedad.
Enfrentamos un camino lleno de retos, pero también de oportunidades. Desde mi rol como decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de El Bosque continuaré trabajando para que nuestra Institución se mantenga a la vanguardia en nuestro campo y allá donde se considere que pueda aportar valor, conservando intacto el honor de actuar como embajador de nuestro enfoque biopsicosocial y cultural y como apóstol de una cultura de la vida, su calidad y su sentido.