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Cómo influyen nuestras emociones en los gastos de fin de año

En Navidad, emociones como la alegría y el miedo determinan las elecciones financieras, desde las compras impulsivas hasta las estrategias de ahorro.
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En la víspera de la temporada de fin de año, un periodo tradicionalmente marcado por el incremento de gastos y decisiones económicas significativas, se vuelve imperativo comprender el papel que juegan nuestras emociones en estas decisiones. Según la profesora Andrea Niño del Consultorio de Psicología de la Universidad El Bosque, las emociones no sólo influyen en nuestras elecciones financieras, sino que a menudo las dictan.

En el núcleo de esta relación entre emociones y finanzas, encontramos que emociones como la alegría, el miedo o la tristeza activan regiones específicas en nuestro cerebro. Estas activaciones pueden desembocar en decisiones económicas impulsivas o irracionales, alterando nuestros planes y expectativas. La temporada festiva, con su carga emocional, amplifica este fenómeno.

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La alegría, el miedo y la tristeza activan regiones cerebrales específicas, llevando a veces a elecciones económicas impulsivas. Foto: Pexels.

La alegría, por ejemplo, nos inclina hacia un mayor gasto e inversión al aumentar nuestra percepción de logro y esperanza. Por el contrario, emociones como el miedo pueden restringir decisiones significativas, afectando aspectos tan vitales como la educación o la adquisición de vivienda.

“Está demostrado que las emociones influyen en el comportamiento de compra, ahorro e inversiones. Según algunos estudios, ´el 50 % de las mujeres y el 47 % de los hombres realizan compras cuando están felices, mientras que cuando se sienten aburridos, el 28 % de las mujeres y el 14 % de los hombres salen a comprar para mejorar su humor`”, indica la profesora.

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Este comportamiento impulsivo, según la docente, se ve exacerbado cuando las emociones y los impulsos están desalineados. En tales casos, las decisiones económicas se desvían de nuestros objetivos a largo plazo, conduciendo a comportamientos que incluso pueden requerir intervención especializada.

Los desafíos no se limitan a las compras impulsivas. La ansiedad y el estrés, por ejemplo, tienen una relación más negativa con nuestras finanzas, motivando decisiones no alineadas con metas a largo plazo y empleadas como mecanismos inefectivos de regulación emocional, lo que, en algunos escenarios, “puede incrementar el riesgo de comportamientos patológicos que requieren de intervención de especialistas para su reorganización, ya que pueden afectar la vida diaria y el funcionamiento de quién las experimente”. 

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El estrés pueden influir en decisiones financieras que desvían de nuestras metas a largo plazo. Foto: Pexels.

Para contrarrestar estos efectos, sugiere varias estrategias. Estar alerta a las señales emocionales al tomar decisiones financieras es crucial. Si se experimentan emociones intensas, desagradables o inesperadas, podría ser una señal de que nuestras emociones están interfiriendo en el proceso de toma de decisiones. La implementación de un plan de identificación de riesgos, que incluya análisis de gastos versus ingresos y la consulta con personas de confianza con un manejo financiero equilibrado, puede ser invaluable.

Además, recomienda técnicas de relajación, educación financiera, y la práctica de la autorregulación emocional para tomar decisiones más informadas. Reconocer y gestionar nuestras emociones en situaciones financieras estresantes nos ayuda a mantener la calma y evita decisiones impulsivas.

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“Según el doctor en economía, John Maynard Keynes, el ahorro es un consumo diferido, es la posibilidad que tiene una persona de consumir a lo largo de su vida, por lo que es necesario encontrar un equilibrio. Desde el punto de vista científico, la percepción del ahorro se sitúa en el mismo lugar del cerebro que la percepción de la pérdida. Por lo tanto, la dificultad de ahorrar reside en conseguir que el ahorro no duela o se perciba como pérdida, sino como ganancia a largo plazo y con beneficios más grandes e importantes, y lograr un equilibrio entre ambas”, señala.

La profesora también enfatiza la importancia de no separar nuestras emociones de las decisiones financieras, sino más bien de verlas como aliadas. Al comprender que las emociones pueden ser indicadores de riesgo o bienestar, podemos ajustar nuestras decisiones financieras para alinearlas mejor con nuestras metas a largo plazo.

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El ahorro no es sólo posponer el consumo, sino una forma de asegurar el disfrute a lo largo de la vida. Foto: Pexels.

Dentro del complejo entramado de factores que influencian nuestras decisiones económicas, la publicidad y la presión social juegan roles críticos, y su impacto en nuestras emociones es ineludible. Los publicistas y especialistas en marketing, a través de una formación continua, han perfeccionado el arte de conectar sus productos directamente con nuestras emociones, creando así una percepción incrementada de necesidad o deseo. Este fenómeno va más allá de la simple compra; se trata de una respuesta emocional que puede ofrecer un bienestar transitorio o aliviar momentáneamente el malestar, llevándonos a adquirir cosas que, en realidad, podrían no ser esenciales.

Paralelamente, la presión social ejerce una influencia significativa, moldeando nuestras decisiones económicas de manera sutil pero poderosa. A menudo, nos vemos impulsados a adquirir lo que amigos, familiares o colegas poseen, no tanto por una necesidad real, sino como un medio para integrarnos o mantener un estatus dentro de nuestro círculo social. Este deseo de pertenencia nos lleva a veces a compartir los mismos bienes que ellos, aunque sea temporalmente, subrayando cómo nuestras decisiones financieras pueden estar profundamente arraigadas en el tejido de nuestras relaciones y aspiraciones sociales.

Finalmente, la especialista subraya la importancia de la educación financiera desde una edad temprana como herramienta fundamental para la regulación emocional y la toma de decisiones económicas racionales. A medida que nos adentramos en la temporada festiva, la perspectiva de la docente nos ofrece una guía valiosa para navegar este terreno complejo con mayor conciencia y control, recordándonos que nuestras emociones, si se comprenden y se gestionan correctamente, pueden ser nuestras aliadas más valiosas en la toma de decisiones económicas.