Foto: Atsuo Fujimaru, Miden Pictures
El avispón gigante asiático Vespa mandarinia, es un insecto que durante siglos ha ocasionado la muerte de muchos organismos como abejas, avispas de otras especies, roedores, poderosas Mantis y por supuesto seres humanos. No duda en atacar hasta matar sea cual sea el organismo que llegue a alterar su colmena. No por nada han recibido nombres como “El avispón asesino” o “El avispón Samurái”.
Junto con la difícil pandemia generada por el COVID-19, la noticia de la llegada de estos avispones a Washington en Estados Unidos y White Rock en Canadá, generó una indudable alerta, no solo por su potente toxina que causa la muerte de seres humanos o la dolorosa sensación de estar siendo atravesado por una puntilla caliente o llena de ácido sulfúrico, sino por las implicaciones económicas que pueden traer al país, pues en tan solo un minuto, pueden acabar con más de 150 abejas Apis mellifera y aniquilar fácilmente un panal de más de 30.000 abejas, las mismas que en el 2017 produjeron más de 4,740 millones de dólares y 22 mil empleos por la producción de miel, según University of California Agricultural Issues Center.
Llama la atención, que varios noticieros reportaron este evento como el primer reporte en Norteamérica, sin embargo, habitantes de Estados Unidos han manifestado con preocupación, avistamientos de estos avispones desde el año 2012, cuando uno de sus especímenes fue detectado en las afueras de Chicago y se informó de su presencia en California, New york y otros estados, de acuerdo con The Cardinal.
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Sin embargo, 8 años después de las primeras alertas, la preocupación revivió, no por las declaraciones de las personas que fueron picadas, sino porque estos avispones generaron pérdidas económicas importantes debido a los daños ocasionados sobre la producción apícola.
Estos avispones asiáticos atacan los panales de abejas Apis mellifera para conseguir suficiente proteína animal que es útil para alimentar sus huevos. Alimentar tantas larvas reina les trae dos beneficios a los avispones, por un lado, garantizarán que exista un número suficiente de colonias como para que unas pocas logren sobrevivir a su único enemigo natural “el clima gélido del invierno” y por el otro, las larvas bien alimentadas de abejas decapitadas, secretan una sustancia liquida rica en aminoácidos que es consumida por los avispones adultos, lo que no solo les alimenta, sino que también incrementa su velocidad y resistencia.
Lo admirable de estos ejemplares asiáticos de entre 4 cm y 7 cm de longitud y un color amarillo con negro evidente, no es el hecho de que durante décadas han representado un inminente peligro de muertes humanas en Japón, China y países europeos como Francia; sino que como especie, se han convertido en una fascinante muestra eurihábil (facilidad para adaptarse y sobrevivir), en la que no solo han aprovechado al máximo las ventajas que los mismos seres humanos les hemos brindado, sino que ahora nos dan una lección de selección natural por ‘donde más nos duele’, la Economía.
Obviamente es importante controlar sus poblaciones, sobre todo en hábitats tropicales donde su incremento poblacional sería catastrófico, sin embargo fue la economía misma la que financió el transporte polizón de estos avispones en buques mercantiles a zonas donde la estación de invierno ya no representa un problema para su supervivencia, debido a que el calentamiento global, que también es producto de nuestra alta emisión de dióxido de carbono al ambiente, ha hecho que los inviernos no sean tan fuertes y muchas más avispas asiáticas sobrevivan, amplíen su rango de distribución y sigan burlándose de la selección natural, mientras que los humanos les hemos facilitado que continúen con su básico y sofisticado instinto de nacer, crecer, sobrevivir y reproducirse.
Por: Daniel Ricardo Castillo Velandia, docente de la Universidad El Bosque y miembro del grupo de investigación de Biología (GRIB).