El Bosque en contexto

El asteroide 2024 YR4: entre la ciencia y la especulación

Autor: Comunicaciones

31 de Marzo de 2025

Tiempo de lectura: 7 minutos

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Detectado por la NASA, su posible impacto en 2032 generó alerta mientras cálculos redujeron el riesgo y reavivaron el debate sobre defensa planetaria.

El sistema solar es un inmenso tablero de ajedrez en el que los asteroides juegan su propio movimiento en la inmensidad del vecindario. Sin embargo, cuando uno de estos cuerpos parece dirigirse hacia la Tierra, la preocupación crece y la ciencia se moviliza para descifrar su verdadera amenaza. Tal es el caso del asteroide 2024 YR4, que desde su descubrimiento en diciembre de 2024 generó titulares alarmantes y profundas reflexiones sobre nuestra capacidad de respuesta ante un posible impacto.

Si bien en sus primeras observaciones se llegó a calcular un 2.3% de probabilidad de colisión en 2032, ese número ha caído casi a cero, reduciendo el riesgo a un 0.001%. La noticia fue recibida con alivio, pero también con un renovado interés en la vigilancia astronómica y la defensa planetaria. No es la primera vez que el temor a un impacto se disipa con el tiempo, pero la incertidumbre inicial sirvió como recordatorio de que la amenaza de los asteroides es real y merece nuestra atención.

En años anteriores, asteroides han pasado muy cerca de nuestro planeta sin que los medios les dieran tanta cobertura, a pesar de ser detectados sobre la hora. Tal fue el caso de 2007 TU24, que el 29 de enero de 2008 pasó a 553,512 kilómetros de la Tierra; o el 27 de enero de 2012, cuando el asteroide 2012 BX34 se acercó a solo 66,272 kilómetros, una distancia muy inferior a la que nos separa de la Luna (384,000 kilómetros). Más recientemente, el 7 de enero de 2017, el asteroide 2017 AG13 pasó a 192,316 kilómetros de nuestro planeta. Estos casos evidencian la importancia de mejorar los sistemas de detección y monitoreo para identificar con anticipación objetos que podrían representar un riesgo real.

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Desde un observatorio en Chile, el sistema ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System) detectó el asteroide el 27 de diciembre de 2024. A través de fotografías repetidas de una misma región del cielo, los astrónomos lograron identificar el movimiento de un objeto que no coincidía con las estrellas de fondo. Como explica el profesor Mauricio Vinasco Téllez, coordinador del Observatorio Astronómico de la Universidad El Bosque y docente de la Facultad de Ciencias, la técnica consiste en comparar imágenes tomadas en diferentes momentos:

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"Para descubrir un asteroide, se toman varias imágenes en distintos momentos y se comparan  entre sí para detectar inicialmente si algo se mueve respecto al fondo de estrellas. Al confirmarse un objeto que puede ser un asteroide o un cometa, se procede a calcular su órbita. Con tres observaciones se puede hacer una primera estimación de su órbita, pero es solo con más datos que se logra afinar su trayectoria con mayor precisión", señala. En otras palabras, lo que en un principio parecía una colisión inevitable, era apenas una hipótesis sujeta a cambios.

Las primeras mediciones situaron al 2024 YR4 en el nivel 3 de la Escala de Turín, una clasificación que mide el peligro de impacto de asteroides. A medida que se recopilaron más datos y se ajustaron los cálculos orbitales, la incertidumbre se redujo y la probabilidad de colisión disminuyó drásticamente. Este no es un caso aislado, pues con frecuencia los primeros cálculos sobre objetos cercanos a la Tierra generan preocupación, solo para ser desmentidos con estudios más precisos.

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A pesar de los datos tranquilizadores, la incertidumbre inicial llevó a que se especulara con posibles zonas de impacto, e incluso se mencionó a Bogotá como una de ellas. Los mapas del llamado "corredor de la muerte", propuestos por algunos expertos, mostraban una franja de posibles puntos de colisión que atravesaba varios países, incluyendo Colombia, Venezuela, India y Nigeria. Esto alimentó el miedo en redes sociales, pero, como explica el profesor Vinasco, estos cálculos deben tomarse con cautela.

"Si un asteroide tiene una órbita incierta, cualquier predicción sobre su punto de impacto también lo será. En el peor de los escenarios, solo podemos hablar de una franja de varios miles de kilómetros, no de una ciudad específica", explica. Es decir, aunque la probabilidad de impacto era casi inexistente, incluso en el caso remoto de una colisión, la ubicación exacta habría sido imposible de predecir con certeza.

Pero, ¿qué habría pasado si el 2024 YR4 realmente hubiera impactado la Tierra? Su tamaño, estimado entre 40 y 90 metros de diámetro, lo coloca en la categoría de asteroides que pueden causar grandes explosiones atmosféricas o devastación en tierra firme. En 2013, un meteorito de apenas 20 metros explotó sobre la ciudad rusa de Cheliábinsk, rompiendo ventanas y dejando a más de 1,500 personas heridas por la onda expansiva. En 1908, un asteroide de entre 50 y 60 metros arrasó con más de 2,000 kilómetros cuadrados de bosque en Tunguska, Siberia.

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"Si un asteroide de este tamaño impacta una ciudad, el daño sería catastrófico, como una bomba atómica. Si cae en una zona rural, destruiría montañas, ríos y carreteras, y si lo hace en el océano, podría generar un tsunami", advierte el profesor Vinasco. Aunque la probabilidad de que esto ocurra con 2024 YR4 es mínima, el evento nos recordó que los impactos de asteroides no son solo una posibilidad teórica, sino una realidad que la Tierra ha enfrentado en el pasado.

El paso del 2024 YR4 también abrió la conversación sobre nuestra capacidad para prevenir un impacto real en el futuro. A nivel mundial, la NASA y otras agencias espaciales han desarrollado estrategias para desviar asteroides. En 2022, la misión DART demostró por primera vez que podemos alterar la trayectoria de un asteroide impactándolo con una sonda espacial. La pequeña luna Dimorphos, parte del sistema de Didymos, cambió su órbita tras recibir un impacto a 24,000 km/h, confirmando que la humanidad ya tiene una herramienta para defenderse de posibles amenazas.

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Sin embargo, a pesar de estos avances, no existe aún un protocolo mundial que determine cómo reaccionar ante un asteroide peligroso. "Actualmente, la NASA, la Agencia Espacial Europea y otras entidades investigan por iniciativa propia, pero no hay una organización oficial encargada de la defensa planetaria", señala Vinasco. Esto deja una pregunta abierta sobre el futuro: si en algún momento enfrentamos un verdadero peligro, ¿estaremos preparados para actuar a tiempo?

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Colombia, aunque no cuenta con una agencia espacial propia, ha tenido participación en la observación de asteroides gracias a la Ciencia Ciudadana. Programas como el IASC (International Astronomical Search Collaboration) han permitido que astrónomos aficionados y estudiantes contribuyan al descubrimiento y monitoreo de estos objetos. "La Universidad El Bosque ha participado en estas iniciativas, y algunos de nuestros equipos han logrado descubrir asteroides", comenta el profesor. Esto demuestra que, aunque parezca un tema lejano, cualquier persona con acceso a las herramientas adecuadas puede aportar al estudio del cosmos.

Al final, el caso del 2024 YR4 fue una advertencia, pero también una oportunidad. Nos recordó que vivimos en un universo dinámico, en el que nuestro planeta no está aislado, y que la vigilancia astronómica es crucial para anticipar amenazas. Aunque esta vez el peligro pasó de largo, en 2028, cuando el asteroide vuelva a acercarse a la Tierra, la comunidad científica volverá a observarlo con detenimiento. Tal vez para entonces, tengamos mejores tecnologías y estrategias, asegurando que, si alguna vez un asteroide realmente amenazara a nuestro mundo, la humanidad esté lista para enfrentarlo.

Te invitamos a unirte al conversatorio 'Asteroides 2024 YR4 y otros más', para conocer más sobre cómo la ciencia se moviliza frente a estos desafíos.

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