Estos días de cuarentena sirven para santificar a la familia: a los niños, a los padres y a sus relaciones. La vida nos da la oportunidad de reinventarnos con nuestros hijos. Ahora podemos disfrutar de las emociones, sentarnos a que nos cuenten lo aburrido que resulta estar con los papás cuando se quiere salir a jugar, a correr, a pelear, al parque, a comer un helado. Sentarnos a su lado para que nos cuenten lo grato que es ver que papá y mamá hoy no se fueron temprano y llegaron tarde.
En tiempos de crisis como este debemos disfrutar la emoción de estar vivos y de saber que habrá un mañana. Un tiempo propicio para sentarnos a explicarles a los hijos que el trabajo cansa. Es un tiempo para aprender a mirar a los demás en un ejercicio recíproco. Esta cuarentena es ideal para mirarnos y descubrirnos, para aprendernos: ¡Vaya, mi hijo es bueno para…! ¡Vaya, mi hijo es capaz de hacer…!
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¿Alguna vez nos hemos preguntado qué piensan los niños mientras utilizan los computadores, celulares, cuadernos y libros? ¿Qué sucede en su cerebro, en ese mundo mágico tan único e individual que es la vida de cada uno mientras lee? La cuarentena es un tiempo para leernos en cada situación de esas. Que haga las cosas académicas, pero que lo contemplemos como ese libro abierto.
Es tiempo para que cada uno lea, papás e hijos, se cuenten lo que leen y así tengan un motivo para que la vida se reinterprete, se reinvente y se resignifique. Pero, además, es un momento propicio para leerles y para que nos lean: una nota que enviaron del colegio, una nota que vieron en sus redes sociales, una frase que nos llamó la atención, un párrafo del libro que ellos tienen o que nosotros tenemos. En conclusión: leer para reinventar nuestra interacción familiar. Leer y leernos para aprender a llevar una vida nueva.