El Bosque en contexto

Políticas migratorias de Estados Unidos: ¿qué deben saber los estudiantes?

Autor: Comunicaciones

02 de Julio de 2025

Tiempo de lectura: 3 minutos

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¿Sueñas con estudiar en Estados Unidos? Te contamos el impacto de las políticas migratorias y las opciones que se abren para la movilidad académica.

Las imágenes de estudiantes detenidos en campus de universidades de Estados Unidos por participar en protestas contra la guerra en Gaza recorrieron el mundo y encendieron un debate global. Las recientes decisiones del gobierno estadounidense —suspensión de entrevistas para visas de estudiantes, revocación de becas y recortes presupuestales en proyectos científicos— han puesto en entredicho el lugar que ese país ocupa como destino académico de referencia. ¿Qué deben saber los estudiantes colombianos que sueñan con formarse en el exterior en este contexto cambiante?

La politóloga Vanessa Quintero Ríos, docente de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad El Bosque, conoce bien los dilemas de la movilidad académica. Con trayectoria en investigaciones sobre migraciones, trata de personas y fronteras, la docente traza un análisis crítico de la coyuntura. En su opinión, lo que ocurre no puede entenderse sin mirar el trasfondo político.  

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La experta advierte que se asiste a un intento de control sobre lo que puede o no debatirse en la academia. “El sistema educativo se convierte en escenario de disputa por el control de las ideas. Lo que se busca es influir en los currículos, determinar qué es lo permitido y qué no lo es”, subraya. En este contexto, las universidades que han rechazado esas imposiciones enfrentan represalias. “Harvard dijo ‘no’ a la injerencia en su libertad de cátedra y el Estado respondió con amenazas de desfinanciación”, añade.

Estados Unidos, ¿en declive como destino académico?

Este panorama inquieta a estudiantes de todo el mundo. ¿Seguirá Estados Unidos siendo el faro de la excelencia académica? Para la experta, es pronto para hablar de un declive irreversible. “Los procesos educativos no se van a desmejorar de forma rápida, pero esto es el inicio de un camino que podría derivar en menos estudiantes internacionales, lo que tendrá efectos económicos y científicos”, señala.

El vacío podría estar siendo llenado por otros actores. Canadá, por ejemplo, emerge como un destino atractivo por su cercanía, apertura y garantías de libertad de pensamiento. Europa mantiene tradicionales redes de becas como Erasmus y la Fundación Carolina. China, por su parte, proyecta una clara estrategia para ocupar el espacio que Estados Unidos parece dejar. América Latina también ofrece oportunidades. México, Argentina y Brasil brindan opciones de calidad que muchas veces se pasan por alto. “Hay que mirar más hacia el sur, hacia las alianzas regionales y las epistemologías propias”, propone la docente Quintero.

Más allá de los destinos, la académica invita a ampliar la mirada sobre lo que entendemos por movilidad. “Si trabajo con comunidades indígenas, ¿por qué no considerar una movilidad nacional al Chocó o a La Guajira? La movilidad debe permitirnos comprender el territorio que investigamos”, plantea. Más que cuestionar la movilidad internacional, propone abrir otros panoramas: concebirla también desde lo nacional —incluyendo las comunidades— y, desde lo internacional, como una oportunidad de integrar a países de América Latina. Esta perspectiva conecta con el llamado a construir modelos de internacionalización del conocimiento que no reproduzcan dependencias ni exclusiones globales. Dar voz a las epistemologías del sur, insiste, es un paso clave.

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La docente Quintero no pierde de vista las desigualdades que median el acceso a estas oportunidades. El discurso meritocrático que presenta la movilidad como un premio al esfuerzo individual resulta insuficiente frente a las realidades de clase, raza y nacionalidad.  

“Es muy diferente el joven que egresa de un colegio privado, que ya domina un segundo idioma y tiene redes, al que sale de un barrio popular, con deficiencias en su formación y sin contactos que lo respalden. No es imposible, pero es mucho más complejo”, reflexiona.

Recomendaciones prácticas

Por eso, las becas son imprescindibles para democratizar el acceso. Sin embargo, en Colombia también se atraviesa un momento difícil en este terreno. Programas como Colfuturo enfrentan crisis presupuestales y la incertidumbre aumenta. “Lo único que puede servirle a muchos es una beca, porque no tienen cómo costear un posgrado en el exterior sin ayuda”, explica. En este contexto, recomienda a los estudiantes estar atentos a las convocatorias del Icetex, de la Fundación Carolina y de agencias europeas como el DAAD. El dominio de un segundo idioma —inglés, y en algunos casos portugués o alemán— no es opcional: es una puerta de entrada.

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Pero no basta con buscar becas. La profesora subraya la importancia de vincularse a semilleros, redes y proyectos desde el pregrado. “Es ahí donde se conocen las oportunidades y se crean los lazos que después abren puertas a la movilidad”, dice. Y agrega: “Hay que aprovechar los congresos y seminarios, porque es donde se generan posibilidades reales de intercambio”.

El papel de las universidades colombianas, en este contexto, es clave. Más allá de compartir información sobre becas, las instituciones deben facilitar procesos, tejer alianzas y mapear las redes de sus docentes para ponerlas al servicio de la comunidad académica. “Las universidades deben acompañar emocional, jurídica e informativamente a sus estudiantes frente a un escenario internacional incierto”, propone.

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La docente invita también a la calma frente al momento actual. Aunque las medidas del gobierno de Trump generan alarma, recuerda que los ciclos políticos pasan. “Esto es un momento, no una situación permanente. Estados Unidos no dejará de ser un destino académico. Probablemente, con un cambio de gobierno, las políticas se modifiquen y las puertas vuelvan a abrirse”, asegura.

Al final, la profesora señala que la movilidad académica no es un privilegio inalcanzable, pero requiere preparación, constancia y compromiso. Implica también repensar qué buscamos con ella y desde dónde construimos nuestras alianzas y saberes. “No se trata de abandonar el sueño de internacionalización, sino de mirarlo con una mirada más crítica, informada y conectada con los grandes retos de nuestro tiempo”, concluye. 

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