“Los colombianos no están fugados”: una visión desde la diáspora científica

Medellín fue sede del Tercer Encuentro Nacional de Internacionalización de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (CTeI Global 2025). Gracias a la articulación de la Universidad El Bosque y la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN), el evento llegó por primera vez a esta ciudad para promover la cooperación y la diplomacia científica en las regiones. Se realizó en el Centro de Innovación y Negocios Ruta N y reunió a representantes del sector académico, gubernamental, empresarial y de la sociedad civil.

El evento tuvo un enfoque especial en la internacionalización de la ciencia y el fortalecimiento de la diáspora científica colombiana. En este contexto, Julián Prieto Barrera, investigador colombiano en el exterior, líder de la Red de Diáspora Científica Colombiana —también coorganizadora del evento— y participante en esta edición del CTeI Global, plantea una mirada transformadora sobre este fenómeno.

Desde otra perspectiva: una mirada crítica al envejecimiento que cuestiona los estigmas y propone caminos integradores.

Desde su perspectiva, el concepto de "diáspora científica" debe dejar de concebirse como una fuga y empezar a entenderse como una circulación activa del conocimiento.

“Los colombianos no están fugados”, afirma Prieto. La mayoría de quienes residen en el exterior lo hacen motivados por su desarrollo profesional, y, aún lejos del país, mantienen vínculos activos con instituciones, procesos y comunidades colombianas. Esa conexión voluntaria, sin incentivos estatales claros, ha permitido que muchas personas gestionen recursos, lideren proyectos binacionales e impulsen la ciencia con impacto local.

Además, varias personas de esta diáspora ocupan hoy posiciones estratégicas a nivel internacional. Cristián Samper (Bezos Earth Fund), Mauricio Díaz Granados (Jardín Botánico de Nueva York) y Jorge Osorio (Global Health Institute) son solo algunos ejemplos del impacto de científicos colombianos en instituciones clave para la toma de decisiones globales.

Uno de los principales obstáculos, según Prieto, es la forma en que la política pública concibe a la diáspora: como una población que debe regresar. Este enfoque ha predominado históricamente porque se ha asociado el desarrollo del país con el retorno físico del talento formado en el exterior, sin considerar modelos alternativos de colaboración a distancia.

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Esta visión, sin embargo, limita el potencial de quienes, desde sus contextos internacionales, pueden contribuir de manera significativa al avance científico y tecnológico de Colombia. Programas centrados en el retorno definitivo han fracasado al no comprender que muchos científicos pueden aportar más desde sus espacios actuales, sin desvincularse del país.  

Prueba de ello es una encuesta exploratoria realizada por la Red de Diáspora Científica Colombiana durante los eventos de la PreCOP y la COP16, en la que participaron 122 personas residentes en países como Alemania, Canadá, España, Estados Unidos y Suiza. Cerca del 80 % manifestó mantener vínculos activos con Colombia, en especial en la gestión de recursos y colaboraciones científicas.  

La visión de Prieto se alinea con el espíritu del CTeI Global 2025, que permite visibilizar estas conexiones y reconocer la diplomacia científica como un camino complementario para el desarrollo. Colombia destaca hoy en campos como OneHealth, cambio climático y producción sostenible, ámbitos en los que la diáspora tiene un papel clave como asesora, vocera y articuladora con instituciones nacionales. Según Prieto, se trata de una forma de diplomacia científica basada en el conocimiento que circula y se transforma.

Este evento pionero promueve el intercambio de prácticas efectivas de cooperación y diplomacia científica, buscando avanzar en estrategias concretas para la toma de decisiones aplicadas en las regiones del país. CTeI Global nace en 2022 como una iniciativa de la Universidad El Bosque, y desde 2023 se organiza en colaboración con la Mesa Intersectorial para la Diplomacia Científica de Colombia – MIDICI y otros aliados estratégicos.

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La edición de 2025 buscó fomentar el diálogo en torno a tres ejes estratégicos: One Health, paz e inteligencia artificial y tecnologías emergentes; formular una hoja de ruta para una agenda regional de diplomacia científica en Antioquia; y posicionar a este territorio como el primer nodo regional en la materia, involucrando de manera activa a la diáspora colombiana.

En este escenario, resulta aún más relevante fortalecer las redes con quienes desarrollan su carrera científica fuera del país, especialmente ante señales internacionales e internas que generan incertidumbre. En Estados Unidos, por ejemplo, recientes anuncios de recortes a la ciencia podrían afectar la permanencia de investigadores internacionales. Mientras tanto, en Colombia, programas clave como las becas de Colfuturo —fundamentales para acceder a formación de alto nivel en el exterior— enfrentan retos presupuestales.

Estas circunstancias refuerzan la necesidad de una política pública que reconozca la diáspora no como un fenómeno de pérdida, sino como una oportunidad para potenciar alianzas estratégicas, impulsar proyectos binacionales y consolidar un ecosistema de conocimiento conectado globalmente con el país.

En el plano internacional, Prieto destaca particularmente las políticas de países asiáticos como China, Corea del Sur e India, que han desarrollado estrategias consistentes de mapeo de su diáspora científica, programas de doble afiliación institucional y esquemas de colaboración que no dependen del retorno. China, por ejemplo, ha promovido activamente la vinculación de sus científicos en el exterior con organismos multilaterales, mientras que India ha potenciado su ecosistema de innovación mediante alianzas entre empresas tecnológicas lideradas por su diáspora y centros de desarrollo locales. Estas experiencias evidencian que una política sostenida de articulación puede convertir a la diáspora científica en un activo clave del desarrollo nacional. En América Latina, el programa Raíces de Argentina también ha sido un referente, aunque afectado por cambios políticos y presupuestales.

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Colombia no parte de cero. Existen ejemplos como ACIS (Suiza), Colifri (Francia), BioGeCo (Alemania) y la Red Académica y de Investigación Colombia-México, que trabajan de forma voluntaria para mantener la colaboración científica. La Red de Diáspora Científica Colombiana, liderada por Prieto desde Estados Unidos, busca integrar un directorio global de investigadores y fortalecer la articulación con el país. No obstante, muchas de estas redes carecen de respaldo institucional y dependen del tiempo y los recursos de sus miembros.

Para consolidar estos vínculos, Prieto propone tres estrategias: programas de movilidad que financien visitas cortas; doble afiliación institucional, incluso ad honorem; y fortalecimiento de las redes de científicos en el exterior mediante apoyo financiero e institucional. Estas medidas permitirían desarrollar alianzas estratégicas, construir confianza y dar sostenibilidad a la colaboración.

En esa línea, resalta que la vinculación con la diáspora científica no debe ser exclusiva del gobierno o de los expertos. Las universidades tienen un papel crucial en este proceso.

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Prieto propone que cada institución fortalezca sus bases de datos de egresados para identificar dónde están sus científicos, en qué campos trabajan y cómo pueden contribuir. Esta información sería clave para desarrollar alianzas con empresas, fomentar la innovación y abrir canales de cooperación internacional.

También destaca el potencial de la diáspora para fortalecer la apropiación social del conocimiento. Varios investigadores colombianos en el exterior han liderado proyectos que incluyen componentes de formación con comunidades locales, como la restauración de corales en Cartagena o la promoción del avistamiento de aves. No obstante, insiste en que muchas de estas iniciativas se realizan de forma aislada, sin articulación con universidades locales, lo que limita su impacto.

“Uno de los grandes objetivos de la diplomacia científica es usar la ciencia como mecanismo de cooperación entre naciones”, concluye Prieto. En ese sentido, la diáspora funciona como un puente estratégico entre instituciones en el exterior y Colombia. Además, el reconocimiento internacional de quienes lideran estas redes permite posicionar la ciencia colombiana en espacios de decisión global. CTeI Global 2025, entonces, es una plataforma clave para comprender, potenciar y articular estas posibilidades.

Entre las entidades que participaron en la organización de CTeI Global 2025 se encuentran la Universidad El Bosque, la Red de Diáspora Científica Colombiana, la Institución Universitaria ITM, Ruta N Medellín, la Agencia de Cooperación e Inversión de Medellín y el Área Metropolitana (ACI Medellín), la Universidad EAFIT, la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN) y la Mesa Intersectorial para la Diplomacia Científica de Colombia (MIDICI).  

 

 

 

 

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