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Autor: Comunicaciones
30 de Abril de 2025
Tiempo de lectura: 4 minutos
La fiebre amarilla no ha llegado a Bogotá, y actualmente no se ha reportado la presencia del mosquito Aedes aegypti en la ciudad. No obstante, un estudio en el que participó el profesor y entomólogo Juan Sebastián Mantilla, del Instituto de Salud y Ambiente de la Universidad El Bosque, confirmó su presencia en Choachí, un municipio cercano a poco más de una hora de la capital y ubicado a 1.960 metros sobre el nivel del mar. Este hallazgo destaca la importancia de fortalecer la vigilancia, sin que implique un riesgo inmediato para Bogotá.
De manera complementaria, en su boletín epidemiológico del 20 de abril de 2025 el Instituto Nacional se ha reportado 79 casos de fiebre amarilla en Colombia entre 2024 y 2025, de estos 36 fallecidos, con 61 casos provenientes de Tolima y los demás distribuidos Putumayo, Caquetá, Meta, Nariño, Cauca, Guaviare, caldas, Huila y Vaupés, situación que permanece bajo observación nacional. Cabe señalar que estas detecciones no indican una amenaza para Bogotá, pero sí reafirman la importancia de mantener medidas preventivas ante posibles cambios ambientales y asegurar la vacunación de personas que viajan a estas áreas.
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De acuerdo con los reportes del Instituto, los casos actuales de fiebre amarilla corresponden a zonas rurales. El principal factor de riesgo es el ingreso de personas no vacunadas a áreas boscosas y rurales donde circulan vectores, motivado por actividades como la migración, el turismo o el trabajo. Esto confirma que los ciclos de transmisión activos son, en su mayoría, de tipo selvático.
Aunque los casos recientes de fiebre amarilla en Colombia corresponden a transmisión selvática, es importante entender las dinámicas que podrían favorecer su expansión hacia entornos urbanos. Actualmente, el virus circula en la naturaleza entre primates silvestres —que también pueden enfermar y morir por la infección— y mosquitos como Haemagogus y Sabethes. La posibilidad de reactivación del ciclo urbano depende de factores ambientales y de las intervenciones humanas en los ecosistemas.
Un ejemplo reciente de esta dinámica se registró en Brasil, donde un brote fue atribuido al desplazamiento de vectores selváticos hacia zonas rurales y periurbanas, impulsado por la deforestación y la cercanía de personas a áreas boscosas.
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En Colombia, un estudio realizado en 2019 por la Universidad El Bosque y liderado por el profesor Mantilla, en el municipio de La Macarena (Meta) identificó la presencia del mosquito selvático Haemagogus janthinomys infectado con el virus de la fiebre amarilla, en pequeños parches de vegetación cercanos al área urbana, alertando de el riesgo de transmisión del virus en esta zona.
En paralelo, el principal vector urbano es Aedes aegypti, un mosquito doméstico que pone sus huevos en recipientes con agua limpia en entornos habitados por personas. Este insecto se ha adaptado con éxito a las ciudades, encontrando condiciones favorables especialmente durante la temporada de lluvias.
"Hasta el momento, Aedes aegypti no se ha reportado en Bogotá, pero sí en zonas cercanas como Choachí", explica el profesor Mantilla. Esta detección evidencia una expansión geográfica del vector, impulsada por factores como el cambio climático, el almacenamiento inadecuado de agua, la mala disposición de residuos sólidos y el transporte accidental de huevos por parte de las personas.
En ciudades densamente pobladas como Bogotá, el principal desafío es la falta de percepción de riesgo. "Su eventual llegada podría favorecer una propagación rápida, si en las viviendas se presentaran criaderos propicios y si las condiciones climáticas fueran adecuadas, las cuales aún no podrían considerarse que lo sean o que en Bogotá se presente un riesgo próximo de urbanización del mosquito o del virus", advierte el investigador.
Colombia cuenta con una red entomológica nacional coordinada por el Instituto Nacional de Salud, con presencia departamental. Esta red realiza vigilancia activa en ambientes urbanos, rurales y selváticos, y monitorea especies potencialmente transmisoras del virus. Adicionalmente están las contribuciones que se realizan desde la comunidad científica perteneciente a las universidades e instituciones de Investigación en el país.
El control vectorial se basa en estrategias físicas (eliminación de criaderos), biológicas (larvicidas naturales o depredadores), y químicas (insecticidas), combinadas con educación comunitaria. "El enfoque debe ser integral y adaptado a cada entorno", sostiene el investigador.
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En contextos selváticos, se prioriza la educación ambiental para no afectar la biodiversidad. En zonas urbanas, el éxito depende en gran medida de la participación comunitaria: "El control solo es sostenible si las personas entienden que el mosquito puede vivir en la casa o que si afectamos los ecosistemas podemos vernos expuestos a enfermedades". Todo esto en conjunto con la vacunación a población apta y que vive en zonas de riesgo, estas se pueden consultar en la página del Ministerio de Salud.
La experiencia de otros países latinoamericanos ha demostrado que la vigilancia entomo-virológica, el aumento en la cobertura de vacunación y la información oportuna a las comunidades son fundamentales.
Vigilada Mineducación. Personería Jurídica otorgada mediante resolución 11153 del 4 de agosto de 1978.
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