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Profesor de El Bosque obtiene patente en EE. UU. por innovación en optometría

Autor: Comunicaciones

23 de Septiembre de 2025

Tiempo de lectura: 3 minutos

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El doctor Hernando José Hernández de la Facultad de Medicina obtuvo la patente por un avance en optometría que mejora la precisión del examen visual.

En la mayoría de los consultorios de optometría y oftalmología del mundo se conserva un aparato pesado y metálico, nacido en el siglo XIX, que define la fórmula de millones de gafas: el foróptero. Pese a que los lentes han evolucionado con materiales livianos, tratamientos avanzados y diseños progresivos, este dispositivo seguía anclado a la tradición. Hasta ahora.

El doctor Hernando José Hernández Leal, optómetra, ingeniero químico y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque, obtuvo la patente de invención en Estados Unidos para su Estación de Refracción Ergonómica, una tecnología que moderniza radicalmente el examen visual. El registro internacional, que ya había sido concedido en 17 países de la Unión Europea y en España, marca un hito para la salud visual en América Latina.

Una reforma necesaria

La idea surgió hace más de una década, cuando una paciente en Barranquilla le confesó que no podía marcar los números de su celular durante el examen visual. La incomodidad evidenció una falla estructural: el dispositivo obligaba a mantener una postura rígida, con un campo visual limitado y una experiencia alejada de la vida real.

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El doctor Hernández decidió rediseñarlo desde cero. Su versión es más ligera —gracias al uso de policarbonato— y ofrece al paciente la posibilidad de mover el aparato mediante un brazo articulado con rótulas, inspirado en la mecánica automotriz. Incorpora además oculares amplios, lentes progresivos y sensores de ángulo, distancia y proyector que permiten simular escenas cotidianas, como una pantalla de computadora o un plano arquitectónico. La meta: que el paciente pruebe, en el consultorio, la experiencia real de usar sus gafas en distintas situaciones.

“Quería que las personas no solo vieran letras en una cartilla, sino que pudieran simular cómo se sentirían, por ejemplo, al leer en su celular o trabajar frente a un computador”, explica Hernández. “Así reducíamos la frustración de quienes reciben sus lentes y descubren que no se adaptan como esperaban”.

El camino para lograr la patente fue largo y costoso. Durante 14 años, el profesor Hernández trabajó con abogados especializados en Europa y Estados Unidos, enfrentando exámenes técnicos, traducciones, entre otros trámites. “Es un proceso de persistencia y de fe en la idea. Yo estaba convencido de que valía la pena, porque responde a una necesidad real del mercado”, señala.

En su trayectoria ya figuran patentes en Colombia, como el simulador de astigmatismo desarrollado junto a colegas y estudiantes de la Universidad El Bosque. Pero alcanzar el registro estadounidense representaba algo más: un respaldo a nivel global. “Quería demostrar a mis estudiantes que sí se puede innovar desde aquí. No todo debe venir de China o de Europa. También en Colombia podemos crear soluciones para el mundo”, afirma.

Innovación desde la academia

Para el doctor Hernández, el logro es también una lección pedagógica. “Muchas de las mejores ideas nacen en el aula o en el consultorio y se pierden porque no se les da seguimiento. Hay que anotarlas, rastrearlas, probarlas. Así nacen las patentes”, insiste. Su trabajo en semilleros de innovación busca justamente sembrar esa cultura entre nuestros futuros optómetras.

El docente considera que patentar no es solo un asunto de protección legal, sino una forma de sentar precedentes en la academia. “Una patente muestra que el conocimiento puede transformarse en tecnología útil, que mejora la práctica clínica y la calidad de vida de los pacientes”.

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Aunque la patente está concedida, el dispositivo aún requiere evolucionar de prototipo a producto. Para ello, el doctor Hernández busca alianzas con inversionistas y fabricantes de equipos médicos o lentes. La meta es lograr una versión liviana, práctica y escalable que llegue a los consultorios.

El potencial, asegura, es amplio: mayor precisión diagnóstica, menos tiempo en consulta, inclusión de personas con discapacidad —al permitir exámenes desde una silla de ruedas— y mejor adaptación a los lentes progresivos. “Cuando se tiene una patente, ganamos todos: el inventor, el país, la economía, el profesional y, sobre todo, el paciente”.

Desde la Universidad El Bosque acompañamos e impulsamos este tipo de avances que transforman la práctica clínica y abren nuevas posibilidades para la sociedad. La patente obtenida por el profesor Hernández no solo simboliza un logro individual, sino también la consolidación del espíritu investigativo y creativo que caracteriza a nuestra Institución.

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