El Bosque en contexto

La Amazonía aún enfrenta altas tasas de deforestación: José Yunis en El Bosque

Autor: Comunicaciones

18 de Septiembre de 2025

Tiempo de lectura: 3 minutos

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El líder del Programa REM Colombia – Visión Amazonía expuso las causas de la deforestación y planteó alternativas de conservación y desarrollo sostenible.

La primera imagen es un golpe de realidad. En la pantalla del Auditorio Principal de la Universidad El Bosque, un video desde helicóptero muestra franjas de bosque convertidas en ceniza en San Vicente del Caguán. José Yunis Mebarak, coordinador general del Programa REM Colombia – Visión Amazonía, el mecanismo financiado por Alemania, Noruega y Reino Unido que paga por resultados de reducción de emisiones, advirtió que la deforestación impactará más a las nuevas generaciones, que deberán enfrentar menos agua, un clima más extremo y un país que pierde su mayor riqueza. 

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Con apoyo en datos oficiales, muestra la trayectoria de la deforestación en Colombia durante los últimos 24 años. El país pierde en promedio 147.000 hectáreas de bosque al año, y la Amazonía concentra la mayor parte de esa pérdida. Aunque en 2023 se registró la cifra más baja en dos décadas, el descenso no se consolida: en 2024 volvió a subir. “Esto no depende de un gobierno ni de un año específico —advierte—. Se requieren políticas de largo plazo y una economía que haga rentable conservar”. 

Los motores de la deforestación 

El experto señala tres fuerzas principales detrás de la pérdida de bosque: el acaparamiento de tierras, la ganadería extensiva y las economías ilícitas que lavan excedentes a través de potreros. La minería ilegal, sobre todo de oro en ríos, agrava la situación y alimenta redes criminales, pero no es el factor central en la Amazonía. El resultado, insiste, es un uso ineficiente del territorio: se sacrifican especies y maderas valiosas para obtener praderas de baja productividad que degradan el suelo. 

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Los análisis del Programa REM Colombia – Visión Amazonía revelan que no todos los focos de deforestación pesan lo mismo. La mayoría de las talas pequeñas suman poco en el total, mientras que unas pocas operaciones de gran escala explican una proporción significativa de la pérdida. Por eso, el programa prioriza los llamados “núcleos activos”, donde se concentra cerca del 70 % de la deforestación, desde el arco del Meta y el Guaviare hasta corredores hacia el Pacífico y San Lucas. En esas zonas, recalca, no bastan los incentivos: se requiere acción judicial y cooperación internacional para enfrentar la presencia de redes transnacionales. 

La economía de selva y el papel de la COP30 

Frente a este panorama, defiende lo que se denomina “economía de selva”: producir desde el bosque y con el bosque, no contra él. Desde 2016, el Programa REM Colombia – Visión Amazonía trabaja con más de 12.000 familias campesinas en pagos por servicios ambientales, créditos verdes y acuerdos de conservación que ya cubren más de 300.000 hectáreas. También impulsa cadenas de valor para caucho, cacao, lácteos diferenciados, açaí y otros productos no maderables, así como manejo forestal sostenible donde es viable. “Ese modelo puede generar más ingresos que la ganadería extensiva —afirma—, pero la gente necesita ver resultados concretos”. 

El experto recuerda que no existe una Amazonía uniforme: en algunos territorios la prioridad es la restauración; en cambio, en áreas con ganadería consolidada se plantea la reconversión, y en regiones con alta biodiversidad, el turismo de naturaleza o proyectos con comunidades indígenas. En estos últimos, la clave es reconocer a quienes han conservado sin talar, con reglas claras de distribución de beneficios. 

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Al conversar con él sobre los grandes foros internacionales, se muestra cauto. Considera que la Cumbre Amazónica de Bogotá y la próxima COP30 son escenarios importantes para mantener el tema en la agenda y coordinar a varios países, pero insiste en que el éxito se medirá en resultados visibles: selva en pie, comunidades con ingresos legales y control territorial efectivo. 

El mensaje final lo dirige a la academia. Sin investigación aplicada, advierte, no habrá escalamiento: hacen falta inventarios forestales sólidos, tecnologías para la piscicultura amazónica, modelos económicos y soluciones de infraestructura acordes al trópico húmedo. “La universidad puede acelerar lo que más cuesta: pasar de proyectos piloto a programas a escala”, señala. 

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El cierre de su intervención deja un desafío abierto, más que una conclusión: contener a los grandes deforestadores, proteger a quienes conservan y construir una economía que dependa del bosque vivo. “Sabemos dónde estamos y hacia dónde vamos”, dice el coordinador general del Programa REM Colombia – Visión Amazonía. “Lo difícil, y lo importante, es persistir”.

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