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Autor: Comunicaciones
21 de Noviembre de 2025
Tiempo de lectura: 3 minutos
Ocho de cada diez personas padecerán dolor lumbar en algún momento de su vida. Puede aparecer en la pubertad, cuando los huesos aún están en formación, o más tarde, en los años de trabajo frente a un computador o en jornadas que obligan a permanecer de pie o cargar peso. Lo que parece una simple molestia en la espalda baja es, en realidad, una de las principales causas de incapacidad laboral en el mundo, explican especialistas en Medicina Física y Rehabilitación que participaron en el XXIX Congreso Interdisciplinario de Rehabilitación, organizado por Educación Continuada y la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque.
Según los expertos, esta dolencia puede empezar incluso en la adolescencia y hacerse más frecuente con el paso de los años. En edades tempranas suele asociarse a deformidades de la columna, como la escoliosis; en adultos, a trastornos posturales y al desgaste articular. La precisión en el diagnóstico busca romper con la idea extendida de que el dolor lumbar es exclusivo de la vejez.
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La ubicación también importa. No todo “dolor de espalda” es lumbar: en medicina se define en un área específica, entre la última costilla y la región de los glúteos. En esa zona conviven estructuras diversas y, a veces, una dolencia de la cadera u otra articulación puede confundirse con dolor lumbar. Esta confusión explica por qué, en muchas ocasiones, un diagnóstico certero solo llega cuando la molestia persiste y obliga a estudios de imagen que revelan condiciones subyacentes, como una escoliosis no detectada.
Clasificar el dolor es crucial. Puede ser agudo o crónico, mecánico o inflamatorio; irradiarse hacia las piernas o limitarse a la zona lumbar. La categorización no es un tecnicismo: un dolor inflamatorio persistente enciende alarmas sobre patologías de base, mientras que un dolor mecánico crónico de varios años orienta hacia artrosis o causas laborales. De esa clasificación depende el enfoque del estudio y del tratamiento.
El diagnóstico comienza con la historia clínica y el examen físico: identificar cuándo duele, cómo duele, qué lo empeora o lo alivia. Las imágenes —radiografías o resonancias— se solicitan en situaciones específicas; la aproximación clínica, más que tecnológica, sigue siendo la vía más efectiva para comprender qué ocurre en la columna.
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En tratamiento, la rehabilitación es el pilar. El objetivo es recuperar elasticidad, movilidad y fuerza muscular, corregir la postura y controlar las tensiones acumuladas en tendones y ligamentos. Si la respuesta es insuficiente, se avanza a fármacos o a procedimientos no quirúrgicos, como infiltraciones. La cirugía se reserva para escenarios puntuales. Los especialistas subrayan que ningún abordaje será eficaz si antes no se han restaurado las condiciones mecánicas básicas de la columna.
La prevención empieza mucho antes del hospital. Evitar permanecer sentado más de dos horas, programar pausas activas, realizar en casa las rutinas aprendidas en fisioterapia, mantener un peso adecuado, practicar actividad aeróbica moderada —caminar, nadar, montar bicicleta— y abandonar el cigarrillo figuran entre las recomendaciones. En términos simples: el dolor de columna no debe normalizarse.
Ignorar estas señales trasciende la salud física. En el ámbito académico, un dolor lumbar severo puede impedir la concentración o la asistencia a clases; en el laboral, es una de las principales causas de incapacidad en Colombia. El impacto alcanza a empresas, universidades y sistemas de salud, que enfrentan ausentismo y costos asociados, de ahí la necesidad de planes de prevención, ergonomía y programas de salud ocupacional.
La discusión en el Congreso no se limitó al dolor lumbar. La jornada dejó ver la importancia de integrar especialidades —cardiología, endocrinología, ortopedia, radiología, neurología y fisiatría— para atender de manera integral a los pacientes. Desde esta perspectiva, la rehabilitación ha transformado la forma de entender la enfermedad: en lugar de centrarse únicamente en la patología, se privilegia la funcionalidad y la capacidad de cada persona para desempeñarse plenamente en la sociedad.
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Aunque persisten desafíos —acceso desigual a especialistas, barreras familiares y sociales que dificultan la adherencia a los procesos—, la apuesta académica y clínica es clara: mantenerse en movimiento y acompañar al paciente con un enfoque biopsicosocial. El dolor lumbar, esa dolencia común que atraviesa edades y ocupaciones, fue el punto de partida para recordar que la rehabilitación no se limita a tratar un síntoma, sino a abrir posibilidades para que cada paciente encuentre la manera de seguir adelante. Con esa convicción, la Universidad El Bosque impulsa escenarios de actualización académica donde ciencia y educación se ponen al servicio de la vida.
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